«Estoy cansada», mujer escribe carta abierta a un esposo que no ayuda en nada

«¿Por qué me tengo que sentir mal cuando le pido ayuda?»

Aunque nos encontramos en pleno siglo XXI y la lucha por la igualdad femenina alcanzó su auge en el siglo pasado, los modelos patriarcales y machistas de las generaciones pasadas se mantienen hasta hoy, con menos fuerza, pero siguen, sin dudas, vigentes.

Romper con las cadenas del pasado no es fácil y aunque hoy los hombres crecen con una consciencia más desarrollada en cuanto a su verdadero rol dentro de la familia, nos queda aún un largo camino por recorrer.

Porque si bien es cierto que determinados sectores de la sociedad han empoderado referentes positivos respecto a las mujeres, la cosificación femenina por parte de la publicidad junto con el inesperado triunfo de las redes sociales con su masiva exposición e idolatría al cuerpo, han hecho retroceder algunos de los avances logrados anteriormente en cuanto a la valoración del papel femenino en todos los ámbitos de desarrollo humano.

De allí que todavía estemos luchando por la aceptación masculina, incluso en el interior de nuestros propios hogares.

Una inspiradora carta.

La carta que le escribió Celeste Erlacha a su esposo, la cual no le entregó sino que fue su recurso para desahogarse en un difícil momento y que fue publicada meses más tarde de haber sido escrita, es un claro y desesperado llamado de ayuda.

Pero no debería serlo, porque en realidad ella no tendría porqué pedirle ayuda a su esposo.

Me explico, en primer lugar debemos aprender a transformar los estereotipos sociales a través del lenguaje, las mujeres no tienen porque pedir «ayuda» pues las tareas del hogar y el cuidado de los niños son frentes que deben ser asumidos por los dos en medidas iguales; la participación masculina en estos asuntos no se trata de un favor, una colaboración, una consideración, no, es su obligación.

En segundo lugar, los hombres deben comprender esto y no esperar a que se les «pida» que hagan algo para que se haga, pues es su deber. Nostras las madres tenemos un rol muy importante en este punto, pues debemos educar a nuestros hijos bajo estos preceptos para que en el futuro ellos construyan sociedades diferentes a las nuestras.

Otro punto para debatir de la carta de Celeste es su auto-reproche por sentirse sobrepasada con la crianza de dos hijos, sentía que todas las mujeres a su alrededor son perfectas, menos ella y ese es otro de los puntos que debemos combatir, pues todos los seres humanos del mundo, sin excepción nos sentimos fracasados en algún aspecto de nuestra vida porque nadie es perfecto, solo lo aparenta.

De hecho, quien reconoce sentirse derrotado, está un paso más cerca de convertirse en vencedor, por ello no podemos sino felicitar la valentía de esta mujer al aceptar como se siente rspecto a lo abrumador que puede llegar a ser el día de una mujer que cuida de su familia.

Según lo que Celeste escribió en su blog, esta carta no fue entregada pues ella decidió que lo mejor era hablarlo cara a cara con su esposo. Afortunadamente él fue receptivo y a partir de ese momento establecieron cambios favorables para ella y la familia en general.

No obstante, meses después quiso publicar su escrito con el objetivo de animar a otras mujeres que estuvieran pasando por una situación similar a desahogarse y enfrentar de manera respetuosa y asertiva a sus respectivos esposos.

Lee la carta que esta valiente mujer escribió a continuación y cuéntanos si te has sentido alguna vez así:

Querido esposo,

Necesito. Más. Ayuda.

Anoche fue difícil para ti. Te pedí que vigilaras al bebé para que me pudiera ir pronto a la cama. El bebé estaba llorando. En realidad, estaba quejándose. Le podía escuchar desde la planta de arriba. Se me hizo un nudo en el estómago solo de escucharle, pensando si debía bajar y aliviarle o cerrar la puerta para conseguir las horas de sueño que necesitaba desesperadamente. Elegí lo segundo.

Tú entraste en la habitación 20 minutos después, con el bebé aún llorando frenéticamente. Pusiste al bebé en la cuna y, con cuidado, empujaste la cuna más cerca de mi lado de la cama, un claro gesto de que habías terminado de vigilarle.

Quise gritarte. Quise empezar una pelea épica en ese mismo momento. Llevaba vigilando al bebé y al niño todo el maldito día. Lo mínimo que podías hacer era cuidarle un par de horas por la tarde para que intentase dormir.

Solo unas pocas horas de valioso sueño. ¿Es tanto pedir?

Sé que los dos hemos visto a nuestros padres seguir los roles clásicos de madre y padre cuando crecimos. Nuestras madres eran las principales cuidadoras y nuestros padres estaban relativamente liberados. Eran padres excelentes, pero no se esperaba que pasaran tiempo cambiando pañales, alimentando y cuidando a los niños. Nuestras madres eran las supermujeres que mantenían la dinámica de la familia. Cocinando, limpiando y criando a los niños. Cualquier ayuda del padre era bienvenida, pero inesperada.

Veo que estamos cayendo en esta dinámica familiar cada día más. Mi responsabilidad de alimentar a la familia, mantener la casa limpia y cuidar a los niños se da por hecha, incluso cuando llego de trabajar. Me culpo de la mayoría. He sentado el precedente de que puedo hacerlo y la verdad es que quiero hacerlo. No te ofendas, pero no estoy segura de que quiera saber qué pinta tendría una semana de cenas hechas por ti.

También veo a mis amigas y otras madres haciéndolo, y haciéndolo muy bien. Sé que tú también lo ves. Si ellas lo consiguen y nuestras madres también, ¿por qué yo no?

No lo sé.

Quizá nuestros amigos están actuando en público y en realidad se pelean. Quizá nuestras madres sufrieron durante años en silencio y ahora, 30 años después, simplemente no recuerdan lo duro que era. O quizás, y esto es algo por lo que me reprendo a mí misma todos los días, no estoy cualificada para este trabajo como las demás. Y por mucho que me rebaje solo pensarlo, voy a decirlo: necesito más ayuda.

Un parte de mí siente que pedirlo es un fracaso. Lo que quiero decir es que sí ayudas. Eres un padre impresionante y haces un trabajo genial con los niños. Y, además, esto me debería salir solo, ¿verdad? Instinto maternal, ¿no?

Pero soy un humano, estoy funcionando con cinco horas de sueño y estoy cansadísima. Te necesito.

Por las mañanas, necesito que prepares al mayor para que yo cuide del bebé, prepare comida para todos y tome una taza de café. Y no, preparar al mayor no significa colocarle delante de la televisión. Significa asegurarse de use el orinal, de que se tome el desayuno, comprobar si quiere agua y preparar su mochila para el colegio.

Por la noche, necesito una hora para despresurizar en la cama sabiendo que el mayor está dormido en su habitación y tú estás cuidando al bebé. Sé que es difícil escuchar al bebé llorando. Créeme, lo sé. Pero si yo puedo vigilar y tranquilizar al bebé la mayor parte del día, tú puedes hacer una o dos horas por la noche. Por favor. Te necesito.

Los fines de semana necesito más descansos, momentos en los que pueda salir de casa por mi cuenta y sentirme como un individuo. Aunque solo sea un paseo por el barrio o ir a hacer la compra. Y algunos días, cuando he organizado clases de natación y quedadas para que los niños jueguen y parece que tengo todo bajo control, necesito que me eches una mano. O proponerme que yo me tumbe mientras ellos se echan la siesta. O empezar a limpiar los platos sin que te lo tenga que pedir. Te necesito.

Últimamente, necesito escuchar que agradeces todo lo que hago. Quiero saber que te das cuenta de que la colada está hecha y una cena deliciosa ha sido preparada. Quiero saber que valoras que dé el pecho a todas horas y que la extraiga mediante bombeo mientras trabajo, cuando sería más fácil para mí darles leche artificial. Espero que te des cuenta de que nunca te pido que te quedes en casa cuando tienes algún partido. Como madre, está asumido que debo estar en casa a todas horas y siempre disponible para cuidar a los niños mientras estás fuera. Y sé que alimento esa idea estando, bueno, pues en casa.

Sé que no es como lo hicieron nuestros padres y odio pedirlo. Ojalá pudiera hacerlo todo y que parezca que no me cuesta ningún esfuerzo. Y ojalá no necesitase reconocimiento por hacer cosas que la mayoría de las personas piensan que debe hacer una madre. Pero estoy mostrando una bandera blanca y admitiendo que soy humana. Te estoy contando cuanto te necesito y si sigo a este ritmo me voy a romper. Y eso te haría daño a ti, a los niños y a nuestra familia.

Porque, afrontémoslo, tú también me necesitas.

Fuente: BreastfeedingMamaTalk.