No se trata de biología, se trata de la capacidad para educar un niño.
La investigación realizada por la escuela de economía London School of Economics and Political Science y publicada por el diario The Journal Biodemography and Social Biology se centró específicamente en observar y medir el comportamiento de niños primerizos que fueron tenidos por sus madres después de los 30 años, lo que deja claro que en ningún momento se evaluó algún tipo de condición genética que influenciara las tendencias.
Es así como el estudio deja claro que la mayor capacidad cognitiva de los niños evaluados obedece a las condiciones externas de desarrollo y crecimiento y no precisamente a la biología de los padres.
Los estudios se refieren a la mayoría y reconocen las excepciones.
Otra cosa muy importante de resaltar es que cuando estos estudios establecen sus premisas, estas sostienen hipótesis que cobijan las tendencias de grupos poblacionales en donde, por supuesto, existen las excepciones.
Es decir, cuando un estudio afirma una tesis, se refiere solo a la mayoría, en ningún momento niega la existencia de variaciones, menos frecuentes y menos significativas, hablando desde un punto meramente estadístico, en las métricas analizadas.
Lo que el estudió encontró.
Con la información anterior en mente, la escuela de economía que usó datos de un estudió preliminar del Millennium Cohort Study que rastreó 18 mil nacimientos en Inglaterra alrededor del año 2000, llegó a la conclusión de que las madres que dan a luz por primera vez luego de haber cumplido los treinta años tienen hijos más inteligentes debido a las condiciones mentales, emocionales, económicas y sociales propias de su edad, por lo que pueden ofrecerles a sus hijos, mejores oportunidades de desarrollo, mayor estabilidad, mejor manejo de las crisis y los retos de la crianza, etc.
Tal vez es por esto que cada día más las mujeres retardan hasta después de los treinta años su maternidad, porque han empezado a desarrollar conciencia sobre el hecho de que para esa década tendrán más experiencia, estarán más listas para emprender o sostener una relación a largo, tendrán un mejor empleo y sus propias experiencias de crecimiento se habrán asentado en su consciencia para tomar estas experiencias como punto de partida de la crianza de sus propios hijos.
Como ya lo mencionamos anteriormente, esto no quiere decir que solo las madres treintañeras son buenas madres, sabemos que hay muchas mamás jóvenes que han hecho un gran trabajo.
Sin embargo, cabe resaltar y tal como lo confirma este estudio, no hay mejor momento para tener un hijo que cuando nos sintamos listos y preparados para ello porque de esta forma podremos ofrecerles lo mejor de nosotros mismo.