Abuelita con cáncer rechaza ir al hospital y se dedica a viajar con su perro

Es hora de dejar de luchar y entregarse a un magnífico final.

Norma Jean Bauerschmidt conoció de joven al hombre que se convertiría en la persona con la que construiría una larga vida, llena de satisfacciones, buenos recuerdos, esfuerzo, pero también pérdidas y tristezas, sin embargo, ella cambiaría lo que parecía ser un destino inevitable y le daría a sus últimos meses de existencia un significado especial.

Su esposo fue siempre un hombre dominante, pero gentil y comprometido con su familia, en su largo y feliz matrimonio tuvieron una hija y algunos años más tarde adoptaron a un segundo hijo al que llamaron Tim.

El tiempo pasó y los dos hijos hicieron cada uno su vida, Tim se marchó del hogar y se alejó de la familia, decidió adoptar una vida nómada con su esposa y compraron una casa rodante para vivir de viaje. La hija por su parte se mantuvo independiente pero cercana.

Pero como el paso del tiempo es inexorable y todo cambia, cuando los padres estaban rozando los noventa años, tanto sus vidas como la de su hija se transformó radicalmente.

La muerte se viste de cáncer y toca las puertas de sus vidas.

El padre y la hija de Norma fueron diagnosticados los dos con cáncer y comenzaron una feroz lucha por su supervivencia, una que haría que pasaran interminables días en los fríos cuartos de un hospital. Ella cuidó de los dos con dedicación y amor.

Lamentablemente tras todos los tratamientos que estaban disponibles, la hija de la pareja falleció a sus 44 años de edad. El golpe fue el más duro que habían recibido hasta el momento, pero aún faltaban pérdidas que enfrentar.

De la misma manera que la hija de Norma, su esposo, tras una ardua lucha, perdió la batalla contra la enfermedad y abandonó el mundo para esperarla en el más allá, cuando su hora llegara.

Paradojicamente, como si la vida no quisiera darle ni un respiro a esta mujer, el mismo día en que su esposo falleció, ella misma fue diagnosticada con cáncer uterino, debido a su edad sus expectativas de supervivencia eran muy bajas, sin embargo, los médicos le indicaron que debía comenzar un tratamiento para combatir la enfermedad.

En ese momento ella respiró profundo y se dio cuenta que estaba cansada de los cuartos de hospital, de las máquinas de sustento vital, de los respiradores artificiales, del olor a desinfectante… supo que no quería pasar sus últimos días de vida en ese lugar, luchando contra un enemigo al que sabía que no podría vencer.

Decidió que luego de una vida consagrada a la rutina, al cuidado de terceros y después de haber visto como el cáncer, pese a los esfuerzos, le había arrancado a dos de sus tres seres amados, no se sometería al tratamiento médico sino que se enfocaría en cumplir un sueño infantil que siempre había tenido: viajar y vivir aventuras, para luego aceptar su destino y partir de este mundo.

Adiós a las heladas habitaciones de hospital, hola al rugir del motor en marcha hacia lo desconocido.

Fue entonces cuando contactó a su hijo Tim y le dijo que quería unirse a él y a su esposa en su estilo nómada de vida.

Para ellos al comienzo fue desconcertante. Primero, no se esperaban que Norma tomara una decisión tan radical y segundo, no sabían bien si podrían adaptarse a una tercera persona viviendo en su pequeña casa rodante.

Afortunadamente las cosas salieron muy bien y la presencia de la señora lejos de complicarles la vida, les hizo apreciar la existencia desde una perspectiva nueva, llena de color, diversión y significado.

Para norma la experiencia viajando por toda Norteamérica cumplió por completo sus expectativas, vivió al lado de su amado perro Ringo las aventuras que había soñado desde niña, visitó los lugares que quería ver con sus propios ojos y no a través de fotografías en Internet y pasó sus últimos días justo como deseaba, respirando aire de libertad.

Al final sólo un diario dejó atrás y para sorpresa de su hijo y de su nuera, en él nunca escribió sobre el cáncer, sino sobre las pequeñas cosas maravillosas de sus viajes, por ejemplo unos lindos cerditos que conoció, la comida de los restaurantes, el gusto de una deliciosa cerveza, los colores del atardecer y la inesperada coincidencia con las personas que iba encontrando a lo largo de sus viajes.

Sin dudas, su decisión de abandonar la seguridad del hospital fue valiente pero la recompensa de abandonar este mundo con el alma impregnada de los sonidos de la naturaleza y el motor recorriendo los caminos de la aventura, valió la pena.

La vida de Norma Jean Bauerschmidt ha inspirado a cientos de personas al rededor del mundo a conquistar sus sueños, su hijo Tim escribió un libre en su memoria.

Fuente: DrivingMissNorma.